miércoles, 2 de septiembre de 2020

Underwater

 




Todo no son niños en bicicleta con walkie talkies, gorras y camisetas de los Cazafantasmas. Las referencias usadas en el entretenimiento actual agarran cualquier rama digna de ser aprovechada. El efecto revival es muy tentador, como dije en el post anterior, y los señores y señoras que dirigen el mundo ahora lo fliparon muy fuerte con la tele de los ochenta. Dentro de unos años llegaran los noventa, si no han llegado ya, y más adelante los dosmiles. Así, hasta que reviente el planeta y nosotros con él. Es la rueda del dolor cultural.

Underwater se estrenó en cines a finales de ese febrero preCovid que no supimos aprovechar en todos los sentidos. Salió de tapadillo y con el dudoso honor de ser la última película estrenada con el logo de la Twenty Century Fox. Desde que Disney compró la centenaria compañía y todo es "no sé qué" estudios y punto pelota. 

El recibimiento en taquilla fue flojete. No viene de franquicia alguna y no se publicitó como un gran estreno. No cuenta con estrellas de relumbrón salvo una Kristin Stewart que ya ha perdido el cariño de aquellas adolescentes que tanto la envidiaron casi diez años atrás con las películas de Crepúsculo. Además de que Underwater se ha tirado dos años en la nevera, ojo. Debió estrenarse a finales de 2017 y entre una cosa y otra la echaron al ruedo de la exhibición casi de mala manera. 

Vamos, que en su momento no la vio ni Dios. Una lástima. Una injusticia, porque definitivamente esta peli se merece más, que está empezando a ser resarcida gracias al boca a boca y la emisión en VOD en diferentes plataformas. Si el culto llegaba antes a través del videoclub, ahora llega con Netflix, HBO y Movistar, por poner algún ejemplo. Es exactamente el mismo mecanismo de antaño pero con la ventaja de que a través de las redes sociales podemos darle más visibilización a este tipo de productos.

Es que Underwater merece la peña, leñe. ¿De qué va? Pues de lo de siempre, de lo que no puede faltar nunca en nuestras pantallas. Hora y media de aventuras bajo, pero que muy bajo, del mar con una tripulación esbozada con escuadra y cartabón. La juerga empieza a los tres minutos de peli y tras unos créditos que nos ponen en ambiente de una forma estupenda. Unos créditos muy parecidos a la película de Godzilla de 2014, por otro lado. Una estación prospectora está haciendo un pozo en la fosa de las Marianas y todo se viene abajo. A partir de ese momento sólo queda correr como locos a través de pasillos medio inundados, embutirse en trajes de buzo del año 2050 y a sobrevivir que es infinitivo.

Un corre que te corre con estética de intro de videojuego de alta gama y que está montado de forma que no haya ningún momento para las explicaciones o algo más allá que un somero desarrollo de personajes. Las elipsis son abruptas y claras, dejando poco espacio para respirar (sic). Su director, William Eubank (The Signal) busca la ambientación y la adrenalina sobre la narrativa. Busca set pieces muy referenciales para llevarnos al inevitable final sin que pensemos en ningún momento que esto está más visto que el tebeo.

¡Pero es que da igual! Los espectadores curtidos ya han visto Leviatán, Profundidad Seis, La grieta o Abyss. Incluso han jugado a videojuegos de ambientación opresiva. Saben lo que hay. Como aficionado no me importa que me cuenta algo conocido siempre y cuando haya elementos que sorprendan o que estén realizados con medios y profesionalidad. Los decorados están bien; las escenas de acción son molonas; los monstruos tienen alto octanaje de flipado lovecraftiano; y los actores o hacen bien. Stewart pinta una Ripley del siglo XXI con la que comparte afición por clímax en ropa interior; Vincent Cassel está mejor que nunca con esos rasgos angulosos y porte de capitán abnegado; Jessica Henwick (Puño de Hierro) sabe sufrir y generar simpatía; John Gallaguer Jr compone un clon físico absoluto de Pablo Iglesias sin coleta y TJ Miller es el personaje cargante odioso que no se necesita nunca en una peli de este tipo.


90 minutos de absoluta molonidad, señoras y señores. Reina de videoclubes en su momento. De culto, me atrevería a decir.


LO MEJOR: Que no quiere engañar a nadie ni vender algo que no es. La aparición del monstruo final y los sugestivos títulos de crédito. 

LO PEOR: El personaje de TJ Miller en toda su esencia.

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