viernes, 4 de septiembre de 2020

Universo Stallone. Un libro a la altura de un mito.


 


Este verano le he metido mano a un buen puñado de libros sobre cine. El sol, las vacaciones, las siestas que dan para todo... Un buen ensayo sobre cine entre manos y el fresquito de la tarde... Bueno, que lo he gozado muchísimo. Y uno de los libros que más me han gustado es este que encabeza la entrada del post: Universo Stallone de Antonio Candela.

    ¿Y de qué va? Pues de una enfermera de Zamora que tiene problemas de corazón. ¿De qué va ir? Pues es un primer volumen dedicado a la vida, obra, y milagros del icono pop total que es Sylvester Stallone. Sly para los amigos, pero como yo no he tenido el gusto de conocerle ni de ser su amigo le seguiré llamando Sylvester.

    Lo que podría ser un conjunto de reseñas más o menos acertadas de la obra de Stallone con cuatro apuntes biográficos y datos sacados de San Google, se convierte en una lectura amena, muy bien escrita y documentada, que mezcla vida y obra con lo que se llamaría en el argot "arte". Antonio Candela esquiva la trampa del fan entregado y no cae en la hagiografía ni el servilismo del que cree que la obra va a llegar a manos del mito y que hay que santificarlo o elevarlo a los altares. Un error muy común en los ensayos sobre actores o autores. 

    Candela dibuja un retrato de Stallone casi novelesco en ocasiones; con unas vivencias paralelas a su desarrollo como actor (primero como gran esperanza blanca del actor de carácter para luego llegar al culmen del modelo de action hero de la década de los ochenta) y como persona. Stallone tiene una vida carne de biopic, lleno de vaivenes, reinvenciones y reveses. Años de números uno, batacazos y desprecio de la crítica. Es Rocky "himself" en algunas cosas, habría que decir. Y eso Candela lo describe a lo largo de cada una de las producciones del actor. Para Candela no hay película pequeña de la que no se pueda sacar detalle y puntada que cosa el traje de un Stallone que llega a los novena desfondado y con la prensa en contra.

    Desde sus primeros pasos hasta "Alto, o mi madre dispara", leemos y somos testigos de un viaje por el Hollywood de la época y las contradicciones de un autor completo del que no se han logrado entender todos los matices. 

    Ni que decir tiene que estoy  deseando leer el prometido segundo volumen de este Universo Stallone. Una vida de cine, sí, pero alguien, un ente de celuloide, que ha acompañado a varias generaciones y que  siempre se debe reivindicar.

Edita: Applehead Team Ediciones y yo no me llevo nada por la reseña.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Underwater

 




Todo no son niños en bicicleta con walkie talkies, gorras y camisetas de los Cazafantasmas. Las referencias usadas en el entretenimiento actual agarran cualquier rama digna de ser aprovechada. El efecto revival es muy tentador, como dije en el post anterior, y los señores y señoras que dirigen el mundo ahora lo fliparon muy fuerte con la tele de los ochenta. Dentro de unos años llegaran los noventa, si no han llegado ya, y más adelante los dosmiles. Así, hasta que reviente el planeta y nosotros con él. Es la rueda del dolor cultural.

Underwater se estrenó en cines a finales de ese febrero preCovid que no supimos aprovechar en todos los sentidos. Salió de tapadillo y con el dudoso honor de ser la última película estrenada con el logo de la Twenty Century Fox. Desde que Disney compró la centenaria compañía y todo es "no sé qué" estudios y punto pelota. 

El recibimiento en taquilla fue flojete. No viene de franquicia alguna y no se publicitó como un gran estreno. No cuenta con estrellas de relumbrón salvo una Kristin Stewart que ya ha perdido el cariño de aquellas adolescentes que tanto la envidiaron casi diez años atrás con las películas de Crepúsculo. Además de que Underwater se ha tirado dos años en la nevera, ojo. Debió estrenarse a finales de 2017 y entre una cosa y otra la echaron al ruedo de la exhibición casi de mala manera. 

Vamos, que en su momento no la vio ni Dios. Una lástima. Una injusticia, porque definitivamente esta peli se merece más, que está empezando a ser resarcida gracias al boca a boca y la emisión en VOD en diferentes plataformas. Si el culto llegaba antes a través del videoclub, ahora llega con Netflix, HBO y Movistar, por poner algún ejemplo. Es exactamente el mismo mecanismo de antaño pero con la ventaja de que a través de las redes sociales podemos darle más visibilización a este tipo de productos.

Es que Underwater merece la peña, leñe. ¿De qué va? Pues de lo de siempre, de lo que no puede faltar nunca en nuestras pantallas. Hora y media de aventuras bajo, pero que muy bajo, del mar con una tripulación esbozada con escuadra y cartabón. La juerga empieza a los tres minutos de peli y tras unos créditos que nos ponen en ambiente de una forma estupenda. Unos créditos muy parecidos a la película de Godzilla de 2014, por otro lado. Una estación prospectora está haciendo un pozo en la fosa de las Marianas y todo se viene abajo. A partir de ese momento sólo queda correr como locos a través de pasillos medio inundados, embutirse en trajes de buzo del año 2050 y a sobrevivir que es infinitivo.

Un corre que te corre con estética de intro de videojuego de alta gama y que está montado de forma que no haya ningún momento para las explicaciones o algo más allá que un somero desarrollo de personajes. Las elipsis son abruptas y claras, dejando poco espacio para respirar (sic). Su director, William Eubank (The Signal) busca la ambientación y la adrenalina sobre la narrativa. Busca set pieces muy referenciales para llevarnos al inevitable final sin que pensemos en ningún momento que esto está más visto que el tebeo.

¡Pero es que da igual! Los espectadores curtidos ya han visto Leviatán, Profundidad Seis, La grieta o Abyss. Incluso han jugado a videojuegos de ambientación opresiva. Saben lo que hay. Como aficionado no me importa que me cuenta algo conocido siempre y cuando haya elementos que sorprendan o que estén realizados con medios y profesionalidad. Los decorados están bien; las escenas de acción son molonas; los monstruos tienen alto octanaje de flipado lovecraftiano; y los actores o hacen bien. Stewart pinta una Ripley del siglo XXI con la que comparte afición por clímax en ropa interior; Vincent Cassel está mejor que nunca con esos rasgos angulosos y porte de capitán abnegado; Jessica Henwick (Puño de Hierro) sabe sufrir y generar simpatía; John Gallaguer Jr compone un clon físico absoluto de Pablo Iglesias sin coleta y TJ Miller es el personaje cargante odioso que no se necesita nunca en una peli de este tipo.


90 minutos de absoluta molonidad, señoras y señores. Reina de videoclubes en su momento. De culto, me atrevería a decir.


LO MEJOR: Que no quiere engañar a nadie ni vender algo que no es. La aparición del monstruo final y los sugestivos títulos de crédito. 

LO PEOR: El personaje de TJ Miller en toda su esencia.

martes, 1 de septiembre de 2020

La nostalgia es muy mala pero no es tu enemiga.

Todos somos carnaza es un ejemplo.


Retomo el blog después de más de un año de parón. Esta frase es la habitual en estos tiempos en los que tener un blog es algo casi anacrónico, como escribir con boli o mandar cartas a un ser querido. El mundo se mueve a una velocidad increíble, amigos, y ya tiene uno bastante con escribir y escribir para que te lean otros en otros formato que resiste los envites de la tecnología: los libros.
En este años y medio largo han pasado cosas. A mí y a todo el mundo. ¡Caos! ¡Pandemia! Pero también, en un pequeño rincón del sur de España, un limitado y poco conocido escritor ha publicado un par de novelas. Dos trocitos de mi corazón que ya está más viejo y cansado que cuando empecé pero al que le queda alguna batalla literaria por librar.

Vaya turra, ¿no?

La nostalgia. De esto iba esta entrada. La nostalgia es muy mala. Es una expresión que he usado varias veces cuando veo algún producto sacado de las mismas entrañas de los ochenta y noventa. Algún cómic, algún libro, un muñeco de acción... Incluso alguna pegatina o foto que refleje mi infancia. Reconozco que se me hace la boca agua. Y no, no es como en esas historias de ciencia ficción donde la peña se inyecta cosas para vivir aferrados al pasado. No. Vivo muy bien en este presente con tantas cosas con las que disfrutar, gozar y bailar. Todos los días surgen nuevas oportunidades culturales dignas de atención. Vivimos en un escaparate continuo y maravilloso donde cientos de mercaderes nos ofrecen sus bagatelas.

La nostalgia no es sólo un arpón comercial o un  signo de disconformidad respecto al presente. Es un arma y un tremendo pozo creativo para mí. Es una cueva del tesoro de donde puedo extraer, filtrar y procesar ideas nuevas asentadas sobre conceptos ajenos y antiguos. No es la mal llamada apropiación cultural o el regurgitado de movidas ajenas. Es trabajar sobre lo que se conoce, sobre lo que se quedó fijado en la mente... volcar todo ese bagaje y esforzarse por hacer algo digno y atractivo.

No menospreciéis la nostalgia porque no hay nada nuevo bajo el sol. Todo está inventado y aquí se recicla más que nunca. Nuevas versiones de versiones anteriores surgen como ninjas en la oscuridad y no pasa nada. Lo importante es disfrutar con el reconocimiento de lo ya experimentado y dejarse asombrar por ese giro de tuerca. Las historias de terror, el género negro, la ciencia ficción... todo sirve para contar buenas historias. Lo importantes es se consecuente con el discurso y no vender humo. La coherencia narrativa no se puede basar únicamente sobre los referentes. Eso es engañar al lector y un gesto de vagancia por parte del autor. No todo vale pero todo cabe.

¿No es la nueva ciencia ficción literaria y mestizaje de conceptos traídos de otros medios? ¿Qué es eso del High Horror sino una deconstrucción lírica y química de los patrones de los setenta y ochenta? ¿Qué es todo eso de la moda Retro? Pues como autor me sirvo de todos esos hilos que encuentro para escribir nuevas historias. Entretener en tiempos veloces. Captar la atención en la época de la dispersión. Si logro enganchar a alguien a mi droga. Tan sólo a uno. Ya he triunfado de alguna manera. Abraza la nostalgia porque tal vez te salve de un día de mierda y te dé empuje para afrontar un incierto mañana.