lunes, 23 de octubre de 2017

Umberto Lenzi y la nostalgia de lo que no fue.



Humprey Humbert fue otro de sus nombres



Puede ser Lenzi o cualquiera que haya realizado obras en esa época "jartible" que son los setenta u ochenta. Umberto Lenzi falleció hace unos días. ¿Y quién es Umberto Lenzi? Pues un maestro, dirán algunos, un obrero del cine de explotación, dirán otros. Un trabajador del cine, susurrarán algunos, dándole la equivalencia de un apestado para el Séptimo Arte. Porque Lenzi era un rey de las sesiones dobles, del videoclub, de los que se quedaban con ganas de más después de ver el éxito de rigor, y un mito del cine de explotación.

Lenzi dirigió sesenta y cinco películas, muchas de ella bajo pseudónimo, y tocó todos los palos del llamado cine popular. Desde el giallo, pasando por el policíaco italiano, el terror, la acción, el thriller, bélico, peplum... De todo. Y todo rápido, cumpliendo con lo que pedía el público y los productores. Un trabajador, sí, y cumplidor.






Lenzi ha muerto y sólo le recuerdan los aficionados al fantaterror y los mitómanos del videoclub; los que le oyeron de pasada cuando Tarantino le nombró, o eso dicen, como uno de sus referentes, y se fliparon porque Quentin se flipó. Gente que alucina con el póster de la peli pero jamás la ha visto. Gente que vive una nostalgia que no fue la suya porque no vio una de Lenzi hasta que no empezó a tener canas en los huevos, pero que ahí están los primeros entonando el ¡que se acabe el 2017 ya, Dios Mío! o van a los certámenes para aclamar a "Il maestro". Lenzi es otro icono más de esa nostalgia ochentera que no vivió casi nadie. Yo no tuve mi cuarto lleno de pósters de películas recién estrenadas, ni pedaleé hacia el ocaso en mi bicicleta trucada. Yo era de chándal de rayas y el TP, de cómics Forum y balonazos de cuero malo en la cara; pero no fui un Goonie ni vi todas las de Lenzi en su momento. 

Umberto es otro ídolo de la nostalgia que no existió en nuestro país. Y parafraseando a Víctor Olid: "si quieres saber cómo era la juventud ochentera mira el público de los conciertos de Hombres G en Sufre, mamón." No fuimos goonies. Ninguno. Ni tampoco flipamos con "La invasión de los hombres atómicos" hasta que no cumplimos los treinta. No nos engañemos.

2 comentarios:

  1. Buenísimo, tío... Suena a viejo, a caspa buena, a fósil de ropacamilla de nuestra niñez, ay... Yo, que soy más añejo y de pensamiento trasnochado, me pongo feliz, y triste, por esos currantes de bobina y linterna que dejaron su impronta sin miedo al qué dirán...

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    1. Es parte de la cultura pop. Para algunos, esta es la magdalena de Proust.

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