martes, 10 de octubre de 2017

Carter, de Ted Lewis




Sinopsis ofrecida por la editorial:

Jack Carter, principal sicario de los mafiosos londinenses Les y Gerald Fletcher, regresa a su ciudad natal en el norte de Inglaterra tras ocho años de ausencia. La última vez que estuvo allí fue para enterrar a su padre, y ahora vuelve para el funeral de su hermano Frank. Según la policía, la muerte de Frank fue accidental: su coche se despeñó por un precipicio con él borracho al volante. Pero Jack, que conocía bien a su hermano a pesar de la mala relación que mantenían, sospecha de la versión oficial y comienza a interrogar a todos aquellos que conocían a Frank. Las preguntas de Jack incomodarán a los peces gordos de la zona y a sus aliados en Londres, los hermanos Fletcher. Todos ellos tratarán de subir a Jack en el primer tren con destino a la capital, pero este no renunciará a averiguar la verdad sobre la muerte de su hermano -y a vengarse de los que lo mataron-, aunque le cueste el trabajo y quizás la vida. Ambientada en una gris y opresiva ciudad siderúrgica del norte de Inglaterra a finales de los años sesenta, "Carter" está considerada la obra fundacional de la novela criminal británica moderna y su adaptación cinematográfica, con Michael Caine interpretando a Jack Carter, es hoy en día una película de culto.



Carter, editorial Sajalín, es de esas lecturas que se disfrutan desde la envidia; desde el resquemor de autor que se ve superado en cada oración, en cada descripción y diálogo. Leer Carter es enfrentarse a la idea de que por mucho que quiera innovar hay escritores ya fallecidos que han marcado territorio. Es una cura de humildad, y sobre todo, una gozada.

Ya conocía a Jack Carter; le había visto caminar por una playa negra a la caza de un pobre desgraciado, o lo había visto empinar el codo en un pub. Se parecía mucho a Michael Caine, era clavadito a él, la verdad. Pero no había leído su historia, ni la de su hermano, ni la de ese pueblo del Norte de Inglaterra que se te mete por la nariz. Y no son olores fáciles.

Jack Carter es un sicario, o eso dicen los personajes que le conocen. Un tipo que es alguien más allá de para quién trabaja. Es uno de esos nombres que se dicen en cualquier conversación precedida de unos prolegómenos sangrientos. Entre tragos, su nombre aparece y desaparece como las cartas en un partida de póker.

Ted Lewis supo construir un personaje memorable a través de lo que dicen y, sobre todo, intuyen los demás. Carter crece conforme pasan los capítulos y se determina por sus actos, sus palabras y sus decisiones. Es puro género destilado y tamizado. Filtrado como ese té que toman entre lingotazo y lingotazo de whisky. Porque estamos en el Reino Unido más deprimente que puede imaginarse. Ese mundo post Segunda Guerra Mundial donde la tradición y las maneras ha dejado paso al detritus industrial, los edificios sociales y la mierda que se escondía bajo la moqueta ha salido a la luz. Y qué mejor que un hombre sin escrúpulos para llevarnos del cogote por ese mundo.

Lewis nos trae el gris y la humedad de la lluvia, nos deja que sintamos la lluvia calándonos los calcetines y el regusto del licor de la noche anterior en la trastienda de la boca.  Es una novela de venganza, no puede ser de otra manera, de redención velada, y de malas personas. Demasiados malas y demasiado ciegas. No hay blancos y negros, todo es gris, como esa lluvia que llovía. Palabra de Ted Lewis.

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