viernes, 6 de octubre de 2017

Déjame salir





El cine se alimenta de ciclos, de reinvenciones y de modas. La gente se rasga las vestiduras porque se hacen remakes como si eso fuera un invento de la última década. Remakes, reboot, adaptaciones, el "experto" cinéfilo pronuncia las palabras con el morrito fruncido, como si le hubieran colado un vino picado en lugar del manjar que merece.

Lo mismo pasa con los géneros. Suele decirse que ciertos géneros se ponen de moda, y hay que entender que moda suele ser éxito económico y de público y profusión de películas afines. Pues uno de esos géneros que nunca han pasado de moda es el de terror. El cine de terror existe desde que el cine es cine, desde que el público decidió perturbarse en las salas o en el sofá. Pero, claro, estamos en la moda del cine de terror. Una moda que lleva toda la vida y con la cartelera, las VOD y similares llenas de producciones de ese tipo. Y al igual que el terror siempre ha estado, está y estará presente en nuestras pantallas, estará su afán por retratar la sociedad que la rodea.

Y "Get Out", o "Déjame salir" es un ejemplo perfecto de ese terror/denuncia que tanto ha popularizado series como Black Mirror o antaño Twilight Zone o "Historias para no dormir". ¡Amigos, no todo se ha inventado ahora!. Jordan Peele, autor del libreto y director de la cinta, nos cuenta una fábula inquietante sobre la raza, lo políticamente correcto y los prejuicios. Un "Adivina quién viene a cenar esta noche" que se va de madre. Sidney Poitier en plan destroyer, vaya. "Get Out" es la vuelta de tuerca a la comedia de desenredo y racismo disfrazado amabilidad y candidez. Estamos en el 2017 y la gente ya ha captado el estereotipo atacado con condescendencia. Ahora el mensaje debe ser más potente, más directo. Y Jordan Peele, criado en la televisión, tiene la receta para que nos comamos un episodio estirado de la Dimensión Desconocida.

Chris Washington (actor que ya prueba el lado chungo de la ficción en Black Mirror) es un artista negro que tiene una novia blanca, Rose (Allison Williams, que personifica el cliché de blanca de clase media alta, guapa y bienintencionada). Ella le invita a casa de sus padres para pasar el fin de semana y presentarle; pero, ¡oh! los padres no saben que él es negro.La premisa es esa y sobre ese camino transcurrirá una historia que se mete hasta los codos en la ciencia ficción, en el concepto de mad doctor y en el yellow boy del siglo XXI. Un juego de situaciones de apariencia extraña que, como buen thriller, va acumulando tensión a la espera de la traca final. El lado positivo es que Jordan Peele no se muere por demostrarnos lo buen director que es y nos cuenta la historia sin alardes ni pasadas de frenada. El guión está medido y ves llegar el susto y los giros sin enfadarte y la obra se hace divertida y, sobre todo, muy entretenida. Todos los actores están bien, la factura técnica se escapa de lo que podría ser un telefilme de sobremesa, y al final, en el susto final, la sonrisa es lo que cuenta.

Es el cine que nos merecemos ahora, el que gusta y llena salas. Producciones poco costosas que llenan cines (cinco millones de presupuesto y casi doscientos recaudados en todo el mundo) con historias que remiten a la realidad pero la retuercen. Al chico del barrio le podría pasar, y los blancos lo vemos como una metáfora muy bien masticada.

No es un cine valiente ni transgesor, es una historia que pretende generar incomodidad, que está muy bien realizada y que se olvidará con cierta rapidez hasta el siguiente Black Mirror que nos haga parecer más inteligentes de lo que de verdad somos.

4 comentarios:

  1. Pues a mí la peli me pareció una tontada, ja ja.

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    1. Es que como no entres en el juego todo se queda como un capítulo de Dimensión Desconocido, y no de los buenos.

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  2. Yo no vi esta peli porque me daba mal rollo y no quería pasarlo mal. Últimamente estoy más sensible. Supongo que para bien, ¿no?

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  3. A mí me pasa los mismo. Nos ablandamos con los años.

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