martes, 12 de diciembre de 2017

Pequeña elucubración sobre el inminente Episodio VIII







Desde hace dos años, y hasta que la empresa del ratón lo diga, las Navidades tienen otro acicate más, al menos para mí: una nueva película de Star Wars. Yo viví la sequía entre la primera trilogía y la segunda, me ilusioné en ese final de los noventa con el Episodio I, mantuve la frente alta con el II y el III, y me consolé con no tener más películas sobre la Saga. Aprendí a vivir en el Universo Expandido, a merodear por sus novelas y cómics, a soñar con galaxias lejanas. Star Wars, los cómics Marvel y DC, libros, cualquier tipo de cine... todo suma. Pero Star Wars es uno de mis puntos débiles. Para otros es el rap, el death metal, Lovecraft o Star Trek. Todo es respetable si se ama.

Hasta que llegó lo que llegó: una ciclogénesis explosiva entre Disney, redes sociales e "internec" en general. Un detonador termal que estalla cada año y que es capaz de quitarte las ganas de jedis, Fuerzas y destructores imperiales.

Porque le he cogido miedo a estos días y los que vengan. Miedo a los hijos de puta que viven para destripar la película desde la misma premier; miedo por los repartidores de carnets de fans; asco hacia lo que desprecian los gustos ajenos y los que no respetan nada que no esté en su altar. Miedo y asco en Jaaku, se llamaría la película.

Pero pese al miedo y el asco estoy deseando que llegue el día de ir al cine de la mano de mi hija para enfrentarme a algo nuevo. A vivir un capítulo más de una historia que me acompaña desde casi toda la vida y que he aprendido a amar de nuevo a través de mis hijas. Star Wars es algo que va más allá del marketing o de los muñequitos, es parte de nuestra cultura popular; una parcela en nuestro ocio; un rayo de luz en un mundo demasiado frío en ocasiones. Star Wars es el primer compás de la fanfarria de Williams, es el efecto de sonido de un sable de luz al activarse; o es el zumbido de un Tie-fighter en persecución. Es mucho más. Es algo que se vive de forma personal, que merece respeto y un análisis que va más allá del mero producto cinematográfico. Disney no nos ha violado la infancia, ni ha mancillado nada. Nos ofrece algo que podemos o no aceptar cada Navidad, pero no nos roba las ediciones extendidas o no de las películas anteriores. No va de eso. Va de ser pequeño durante dos horas; o al menos, dejar el morrito encogido y el "mimimimi" en casa para dejarnos embaucar otra vez en un cuento de hadas que en ocasiones puede ser fallido, pero entretiene y nos devuelve algo del sentido de la maravilla perdidos.

Dadme un Episodio VIII en paz, por favor.

2 comentarios:

  1. (APLAUSOS DURANTE 1 HORA MAS O MENOS)... y no tengo nada que decir. Grandísima reflexión

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    1. Vienen días muy chungos y hay que protegerse con el látigo del teclado.

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